Este blog es el punto de encuentro de mi actividad literaria en la web. Mis proyectos:
Relatos de Venerdi
480km de Palabras
El Triunfo de Baco
TusRelatos.com

sábado, 22 de octubre de 2011

Sinceridad alcohólica


Fue una de esos momentos en los que la conversación invita a más conversación. “Noches de barra libre” reímos cuando lo comentamos.
Sólo faltaba el humo del tabaco en aquel bar de las afueras, del resto lo tenía todo: Sonny Boy de fondo en una versión sucia con The Yardbirds, copas baratas, un murmullo que ocultaba nuestras estupideces y una bonita camarera “Entre guarra y porcelana” dijiste casi doblado y teniendo la temeraria precaución de soltártela cuando ella estaba cerca.
-Bah, bah, no me lo creo.
-Que sí hombre –me sinceraba a carcajadas- fue ella antes que la mano.
Y tú encima de la silla, maldito cabrón, aplaudiendo mientras derramabas el ron con fanta entre todos los del alrededor.
-No me habré matado yo a pajas antes de que me pagarais la puta. –sentándote y dando un enorme trago.
-Hombre, el párkinson de tu mano derecha estaba haciendo estragos en ti.
No me habré reído desde entonces recordando aquella conversación plagada de nostalgia y confesiones, un poco de humor pero no más refinado que cuando teníamos 18 años y te acompañamos a ver a “la Rafa”, mitad mujer, mitad engendro.
-Que le mandé un ramo de rosas y todo, tío. -dijiste socarrón.
-¿En san Valentín?
-No, no, tío, por carnaval…
No pude soportarlo y me caí de la risa a un costado. Qué habría de verdad en todo aquello aún me lo pregunto. La camarera ya comenzaba a estar harta de nosotros y los de alrededor empezaban a irse en nuestras tres de la madrugada, a las 8 de la mañana, como desaparecen los cigarros de la cajetilla. Los dos con el mono de tabaco engañándonos con ron o lo que cayese al lado.
Sonaba Slow Walk en instrumental cuando la camarera solicitó amablemente que nos largásemos de una puta vez. Te dio su número de tres cifras, el 091, que te dejó más contento que un niño huérfano tras ser adoptado.
No llegamos a cruzar la calle y en el mismo banco frente al bar nos quedamos dormidos. Nos despertó la policía con un comentario sobre que ya éramos mayorcitos y sin decirnos ni adiós nos piramos cada uno en su cuesta arriba a casa.
Una vez allí, por alguna extraña razón, me imaginé durmiendo en el techo. Vomité y me fui a la cama. Miré mi mano derecha y terminé la noche perdiendo la virginidad conmigo mismo, de nuevo, como quien con 14 años descubre una diosa en la portada de una revista.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

<