-Sabes, siempre pensé que me suicidaría –susurró con total
naturalidad.
-¿Por qué dices eso? –le preguntó ella, girándose en la cama
para mirar su perfil.
-Porque me doy cuenta de que nunca me habría atrevido a
hacerlo –dejó que el aire lo respirara lentamente, giró la cabeza y
ambos se miraron–. Estoy acojonado –dijo en un hilo de voz-. No me sueltes la mano, por favor, no me
sueltes... –comenzó a arrugársele la barbilla mientras unas lágrimas escapaban
de sus ojos y empezó a llorar desconsoladamente- No me sueltes, Giulia, no me
sueltes...
-Nene, no llores, tranquilo –se acercó a darle un beso-, no
me voy a separar de tu lado –entonces descubrió que también quería llorar, pero
no podía.
En la habitación del hospital ya no quedaba nadie más que
ellos
-No quiero morir en un hospital, Giulia, no quiero.
Ella no contestó. No podía hacer nada. Le apretó la mano con
más fuerza y los latidos de Marc comenzaron a acompasarse hasta que finalmente se
durmió.
Giulia se levantó de la cama lentamente y se asomó a la
ventana. Daba a la fachada principal por lo que podía ver la ciudad como una
sábana de estrellas sobre el valle. A lo lejos podía ver su casa, casi en las
afueras; el instituto en el que se habían conocido, mucho más abajo; la iglesia
en la que se habían casado. Se apoyó en el marco de la ventana como si se
agarrara a un mástil de un barco a la deriva. Se giró para ver a Marc. Podía
escuchar la máquina que lo hacía respirar y cómo su pecho subía y bajaba
artificialmente.
-Madre mía, cómo roncas... –le recriminaba con un beso
aquella mañana.
-Bueno, bueno, tú ya sabes cómo van esas cosas. Además, ya
lo sabías. Ahora –dijo levantando el dedo anular de su mano izquierda–, ahora
ya no puedes hacer nada –dijo con una carcajada.
-Hasta que la muerte nos separe ¿No? –sentenció Giulia
siguiendo la broma y abalanzándose sobre él. Comenzó a besarle- ¡Entonces,
tendré que matarte!
Volvieron a hacerlo y estuvieron toda la mañana durmiendo en
la habitación del hotel abrazados.
-Ah, acércate, Giulia, he tenido una pesadilla –susurró cuando
se despertó.
Ella se pegó aún más a su cuerpo en la cama.
-Estábamos en un hospital –comenzó a relatar.
-Estamos en un
hospital, Marc –contestó suavemente Giulia.
-Sí... pero... me
estaba muriendo y... –miró a su alrededor y se descubrió en la habitación del
hospital-. Entonces... Entonces soñaba con el día en que nos casamos...
Giulia le cogió de la mano de nuevo y empezó a dar vueltas
al anillo en el dedo anular de Marc. Sabía que a él le encantaba.
-Cógeme la mano, Giulia, cógeme el anillo. –suplicaba
sollozando Marc.
Giulia, sin entender, movió más rápido el anillo y Marc
volvió a susurrarle en voz aún más baja que girara el anillo.
Ella se dio cuenta de que él ya no sentía su mano. Acercó su
cara a la de él y llorando le pegó la nariz a su mejilla.
-¿Giulia, te casarás conmigo? –susurró Marc ya desde muy
lejos.
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